domingo, 17 de mayo de 2009
Mi pequeño pájaro rojo picotea mi cuello, provocandome escalofríos mientras miro por la ventanilla y la música va llevándome en volandas hacia mundos sensoriales, tan tangible y presentes que traspasan la barrera de la realidad. Son tan reales que no pueden serlo, igual que el presente, siempre esta dejando de existir.
Una mujer duerme frente a mi, su piel rebosa frescura y sensualidad, pero ella no puede abrir los ojos; a su lado un hombre de ebano oculta sus manos, fuertes y trabajadas en un cruce de brazos, mientras mira hacia otro lado.
Parece que puedo leer sus pensamientos, observando su mirada perdida en un punto, ese punto que queda suspendido en un espacio indefinido, sus ojos siguen el movimiento y cuando eso ocurre, brota la mirada de gran observador, analiza su alrededor en décimas de segundo, como si su vida dependiese de ello o simplemente reminiscencias de gran cazador.
Sigo observándole con cautela, no me gustaría importunarle, baja la cabeza y su mirada se dirige hacia algún punto elevado a su derecha. No se si esa es la mirada que a uno se le pone cuando uno quiere soñar o imaginar.
A mi lado una mujer menuda con aspecto muy ambiguo, no sería capaz de acertar su edad, me sorprende su voz; habla con su madre, no puede evitar morderse las uñas, lleva unas zapatillas rojas con un diseño muy vanguardista, calcetines de colores, es como si fuese dos, cortada a la altura de la cintura y alguien se hubiese equivocado al unir las partes.
Nadie habla, nadie se mira, voy en un lugar con la mirada en ninguna parte.
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4 comentarios:
Esto me da qué pensar. Humm.
Yo no tendría la mirada perdida con la escena que nos has contado ;)
Besicos
Una mujer nunca es sólo una: tenéis tanta personalidad que cada día sois distintas.
fer, piensa piensa, besitos
Belén, por eso me encantan los viajes, aunque sean en cercanías, besitos
juan rafael, eso me gusta, pero a veces hasta me aburro de todas ellas (las personalidades, ehhhhhh), besitos
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